martes, 15 de abril de 2014

La tía vieja

La tía vieja (Cuento)


Era uno de esos poblados, que se solo lo conocen las personas que lo habitan, olvidado por el tiempo y el espacio y muchas veces olvidado por los mismos habitantes del lugar, esta población dotaba solo de cincuenta habitantes, se encontraba en un morro, los residentes solo vivían de la artesanía que todos los domingos las comerciaban en los mercados, la mayoría de las casas eran viejas otras ya abandonadas por gente que se quiere superar en las grandes ciudades y olvida sus raíces, costumbres y muchas veces mitos del lugar. La prolongación Miranda se llamaba aquel lugar que  para muchos siempre fue más frio y misterio que cualquier pueblo que se recuerde.
 Doña Cloe, tenia toda su vida trabajando en la artesanía seis niños tenia consigo tres niñas y tres varoncitos, la mayor se la había quitado una hermana para llevársela a estudiar a la ciudad, los otros solo trabajaban labores del pueblo, como la artesanía o la crianza de animales, la mayoría de las casas estaban situadas cercas otras cruzando colinas, pero todo en aquel pueblo estaba de alguna manera conectado entre si. Cierto día Doña Cloe pidió a Federico hijo suyo llevarle provisiones a su tía que quedaba subiendo la iglesia al pie de la colina, donde todo es más frio y los pastizales son más frondosos, el niño cogió la guaca depósito la comida y salió rápido a su destino. La tía era una vieja que practicaba artes oscuras y era la única que vivía arriba muchos de los habitantes del pueblo la evitaban por que decían que tenia cultos con el diablo, otros subían a diario la colina para pedirle recetas para amarres o hacer cualquier tipo de maldades, la vieja cobraba una buena cantidad de dinero por los favores que hacia y si no pagaban le iba mal a quien le engañase.
-Tenga tía, acá esta todo lo que mi mama me encomendó. La vieja reviso dos veces la guaca  dudando del sobrino y cuando se dio cuenta que todo estaba en orden mando al muchacho de regreso.
 Aquella noche hizo un frio terrible, la señora Cloe una mujer robusta en sus 50 años sufría de pulmonía, pero gente de pueblo ignorante no se preocupo nunca por su salud, a si que aquella noche la señora murió de frio, dejando a los cinco niños desamparados; los pequeños quedaron a cuidado de la tía, la vieja les hacia trabajar y les pegaba si husmeaban sus cosas de trabajo, a diario veían como su tía le roseaba quien sabe que cosas a gente desnuda, también observaban como les leía las cartas a otros clientes como ella les decía o simplemente les daba yerbas; después de la vieja entrar en cierto trance, de noche los ruidos que se oían en la casa eran terribles, se escuchaban lamentos de niños, al techo caían bultos y sombras aparecían distantes en cualquier dirección.
 Una noche los pequeños no podían dormir, la vieja había salido como hacia todas las noches, y la soledad estaba inerte en el lugar, Federico y Rosa eran los mas grandes y velaban de los mas pequeños, esa noche, se escuchaba en la sala, como si grandes cadenas cayeran y chirriaban el piso haciendo un sonido estridente en todo el hogar, los perros eran los únicos que llenaban con sus lamentos otro sonido que no fuera el chirriar de las cadenas.
-Vamos a ver que es manito. Le decía Rosa a su hermano, el chico temblando de miedo no tenia muchas ganas de salir.
-No y si es mi tía y nos da una piña de golpes.
 Los ruidos cada vez se intensificaban, pero ya no venían solos, se escuchaba el llorar de niños y el movimiento de algunas cosas en la cocina, el corazón de los niños latía a galope, el chico se armo de valor y abrió la puerta de la habitación y se arrepintió de eso enseguida, fue como si un huracán corriera en dirección de donde ellos estaban y hizo estallar el lugar, los chicos que dormían se despertaron asustados, uno de los chicos el aire lo vatio tan fuerte que lo hizo levitar y salir volando por la ventana, el pequeño se golpeo tan fuerte que quizás estaba muerto.
 Un sonido de llanto inundo el aire, los chicos lloraban por su hermano, pero la ventana se cerro tan fuerte que era imposible de abrirla, corrieron al interior de la casa pero todo estaba hermético. Una figura encapuchada apareció en la sala, lo único que se le veían eran los colmillos que le sobresalían de la capucha.
-Vengan pequeños, vengan. Canto una voz detrás de ellos, era su madre que los llamaba rodeada por un coro de ángeles desde un punto lateral de una ventana, uno de los pequeños entro en pánico y corrió en dirección opuesta a su madre, el encapuchado lo tomo con sus manos y se lo metió en su inmensa boca robándole la ultima gota de aire, la sangre le corrió por sus colmillos antes blancos ahora rojos por la sangre.
-Vengan pequeños. Gemía de dolor su madre. –No hay otra salida, si los toma con sus garras les robara el aliento y quedaran atrapados con el en el infierno, Dios les promete el cielo y la vida eterna.
-Yo les prometo vida. Rugió el encapuchado que al quitarse la capucha era su propia tía, ella había vendido su alma al diablo y para pagar su deuda convertía a pequeños en seres como ella;  metiendo las manos en su boca saco al pequeño que se había tragado sano y salvo y le dijo. –Dame tu alma y vivirás. El pequeño ya habiendo probado el sabor de la muerte sin pensarlo eligió dar el alma, pero al hacerlo se convirtió en una sombra oscura y salió rejuvenecido y con un aire de perfección de la sala, pero su mirada era perdida y perturbadora, desapareció antes de que el encapuchado le dijera que se alimentara de sangre.
 Ya solo quedaban tres pequeños contando a Federico y Rosa, la otra chica se llamaba Casandra, Rosa no quería morir y con lagrimas en los ojos entrego su alma el espectro infernal, Federico lloro ya que Rosa era su hermana mas querida, Casandra y Federico eligieron ir con su madre, y sus cuerpos fallecidos cayeron al piso, mientras que sus almas viajaron al paraíso terrenal, siempre felices, siempre con vidas.
 El espectro rugió, el piso de la casa se abrió  y donde antes quedaba la sala, ahora estaba un  hueco gigantesco encendido en llamas, era el infierno los demonios fueron claros con la vieja, querían el alma de todos los niños, y ahora ella seria castigada por no cumplir su deuda, unas inmensas manos salieron del fuego y agarraron al cuerpo de la vieja, las manos le apretaron y la arrojaron a presión al hueco, el grito de la vieja inundo el aire, pero al caer en el hoyo el piso se cerro y todo quedo como antes estaba.
 El pequeño que fue arrojado a los aires, cayo en el fondo de un rio, logro flotar, llego a la orilla y fue rescatado por unos campesinos, dos viejos que nunca tuvieron hijo alguno, el chico jamás pudo saber que fue de aquel hecho, jamás supo nada de sus hermanos, y poco a poco fue olvidando aquel acto ocurrido, muchas veces se cruzaba con una bella mujer que le miraba de lejos y un hombre de rostro perturbado que le dotaba de alimentos, pero jamás supo que ellos eran sus hermanos, que por su mala acción estaban condenados a ser crueles por toda su vida.